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MUNDO AFÓTICO
DEL NACIMIENTO
Una luz fulgurante se desliza por las eternidades lejanas de nuestro pensamiento; una luz brillante, enérgica en las escamas profundas de las galaxias y las estrellas; una luz cegadora y misteriosa, esa luz, es, uno. Somos luz antes de nacer y divagamos por ahí, esa luz termina cuando nacemos, así nace la sombra que somos. Nacer es una perdida, un error, un terrible error, las lagrimas nos dan la razón, ¿qué importancia es haber nacido en este mundo infame y miserable? ¡Que desdicha es haber nacido en este mundo terrible! ¿Nací? Sí, me eructaron los dioses a un mundo maldito. Soy una desgarradura en el tiempo, sin tiempo, una criatura mal hecha y oscura, ¿quién ha provocado mi nacimiento? ¿Qué? Los orígenes del ser humano son apestosos y misteriosos; un pecado maldito y discontinuo; todo se degrada desde siempre y gritamos al viento de la desilusión. Como buenos condenados a este mundo decadente y fúnebre, nos constreñimos a vivir por vivir. El impacto al nacer se traduce en las primeras lágrimas y a los subsecuentes gritos desgarradores; los bebes son los únicos que conocen el lugar de donde provenimos. El carácter grotesco del nacimiento se derrama por los continentes y el tiempo, nubla las paredes de las criaturas y enferma el ecosistema de la sintaxis; desde que nací soy cadáver, el torbellino emocional nos eterniza en la podredumbre del nacer. La gente que dice que el nacimiento es una bendición, prueba que nunca ha vivido; bienaventurado aquel que ha maldecido su nacimiento, por que él ha entendido que nacer es un inconveniente, una torpeza, una tara monumental; pero de nada sirve renegar de nuestro nacimiento, es demasiado tarde, ahora vagaremos como enfermos disolutos hasta la muerte, abrazados por la deipara; por los confines del tiempo hasta el fin de nuestro nacer, jamas volveremos a ser luz. Recuerdo como al salir del vientre materno, la nada fúnebre revoloteaba en mi nuevo ser, ese sabor amargo de dejar algo amado, de perder todo al nacer, de que pase lo que pase siempre seré un vencido en lo absoluto, una carroña estúpida que se desintegrara para siempre.
EL PASEO
Vamos a dar un paseo por los caminos más solos y oblicuos, oscuros y siniestros, hundiéndonos en las mazmorras de la locura y la soledad, invocando a los demonios para perdernos entre los arboles y las nauseas. Arrastremos nuestro cadáver por las encarnadas brazas de la desesperación, arrancando cualquier esperanza olvidando la vida, dejémosla para los atareados, unifiquemos nuestra plétora demencial en oscuros bosquejos de eternidad; claudiquemos al viejo honor de pertenecer, erremos el camino, vamos a donde nadie ha ido, alejémonos de la peste humana, dejémoslos retorcer en su vileza, ¡qué infatúo devenir inmemorial de la creación! Andemos por la vereda de la lucidez, no confinemos nuestros días al lado de esqueletos nauseabundos, que mueren como ratas, que ni siquiera miraron su locura, la expiaron, pero nunca fueron mas allá, nunca volvieron a ver el otro abismo, conjuraron mil ideas antes de perder su estilo de podredumbre. Si por azar o por milagro, tú has ido por el camino solitario y oscuro, atente a las consecuencias, nunca volverás a ver la vida como antes, los paraísos ya no existirán en tu memoria, los fantasmas más terribles te parecerán hermanos, los actuales te parecerán carroñas ambulantes, tu destino llegara a la transfiguración; has dado un paso distinto a cualquier otro; la chusma te apelara, te humillara, te hará creer que estas equivocado, que nadie siente mas que un santo; entonces volverás a rozarte con la humanidad, pero con recelo, ya no andarás al mismo paso que los demás, tu paseo ha transgredido a los dioses y a las instituciones, has encontrado la lucidez, ya nunca volverás a ser el mismo ¡Hemos llegado a la cima de este paseo! Nadie volverá a caminar a nuestro lado, estaremos solos para siempre, aunque nuestros ojos nos engañen. El espíritu se ahogara en las cumbres más oscuras de esta existencia, no perteneceremos más a este mundo, caminaremos por otra parte. La vida es un paseo siniestro y misteriosos, donde se pudren todas nuestras ilusiones, donde hacemos todo y nada a la vez.
EL ENCIERRO
Somos polvo cósmico enredado en el universo, errando locamente por los tiempos oscuros de la muerte, encerrados por la tumba humana en el glosario de sufrimientos y tormentos bajo el sol. Entumidos en una oración enferma, decadente, efímera, en notas musicales eternas. Desdichados somos de estar en este planeta rara, atolladero mortuorio, enjaulados en la mente, en la abstracción disoluta. Las lágrimas me eternizan en la mugre de la muerte; la carne es nuestra cárcel y nuestro delito. Aun caminamos por la creencia de ser libres, pero la libertad es una quimera en este océano de grilletes, una fantasía onírica. La única salida al encierro es en la puntual, la exacta, la muerte. ¡Los llantos inundan de tristeza los mares terrenos del axioma! Toda experiencia es vana, pues de la celda nunca escaparemos, de las heridas confusas de la soledad y el delirio, ¡estar presos uno del otro! Enfermos tarados que llevamos la condena de no saber que misterio descabellado nos trajo a este infernal mundo de porquería; atolondrados por el calor y el frío revoloteante, nos congregamos para bailar esquizofrenicamente por los valles de la ilusión, esperando no volver a vernos. Tropezar los cadáveres a la buena de los dioses, es toda la historia consumada, tropezar es la cadencia de nuestros huesos; es así como disponemos de nosotros mismos, de nuestra libertad que no va mas allá de las híadas. Encerrados en nosotros mismos creemos en las ideas que jamas llegaran a ser reales, tangibles, es como la libertad que está tan lejos como las nubes que caminan por el cielo y que embobados las miramos, así de lejana está nuestra liberación mortal. Los grilletes y los fardos nos acompañaran para siempre, por que entre más avance la humanidad, mas condenados estaremos y hacia el final de los tiempos las lágrimas abortaremos. Estoy solo en melancolía enfermiza, en el área de silencio, debajo de la tierra, encerrado en mí, sin cura alguna, atrapado en la celda oscura de la muerte, caminando en círculo con histérica demencia, esperando a los cuervos para que me lleven a su reino, a su dataría.
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